Súper infeliz

Él quizá hubiese sido alguien importante,

pensaba Felipe con su voz interna, clara y prepotente;

pero en vez de haber sido abandonado, huérfano,

adoptado por lobos o nacido en tiempos de guerra,

él nació en un día perfecto en el seno de una familia feliz,

mayor de dos hermanos y unos padres que aún ve cada domingo.

Sus papás no fueron asesinados, secuestrados,

inmolados para salvar un planeta, ni siquiera se divorciaron.

Cuando niño no sufrió de insultos, de complejos,

de secretos, se perdía a menudo y siempre aparecía sin trauma alguno.

De joven le fue bien, tuvo buenos amigos, tuvo lindas novias

recibió trofeos, salía bien en los exámenes sin estudiar,

y quedó en la universidad que quería, en el oficio que era bueno.

De adulto, encontró su primer trabajo con la segunda hoja de vida que envió,

trabajaba en una gran oficina, con buenos y malos jefes,

cada año recibía aumentos y toda la gente lo saludaba siempre,

la luz del sol se ve mejor desde su computador,

que en las grandes ventanas a 12 cubículos de distancia

y el café siempre estaba caliente.

A veces pensaba,

Quizá su vida hubiese sido más trascendental si tan solo la desgracia hubiese llegado a él,

no existen héroes felices decía,

Qué tragedia esta la de “la felicidad”,

Felipe se quejaba, en el bus, en el salón, en las citas,

en el ascensor, en su cubículo de 2x2 y a solas en la ventana.

La vida nunca le dio limones, le dio chocolates, fresas, bananas y hasta una piña colada una vez, cuando tropezó con la mujer de su vida, la cual se enamoró perdidamente de él con solo la primera vista, con la que tuvo hermosos y sanos hijos y hasta cinco nietos que lo llaman “abuelito”.

¡Qué infeliz que era el pobre Felipe!

Allí lo entendió, su vida sí había sido una tragedia,

toda su vida era una farsa construida con solo recuerdos felices.

Había despertado,

era el momento que había soñado toda su vida

era hora de encontrar su traje de súper héroe.