Esto sí es una colombianada
Una colombianada es algo que pasa solo acá, algo que ante los ojos de un extranjero es inentendible, algo que nos describe pero que sin quererlo, lo hemos terminado usando para resaltar lo malo.
Cuando lo bueno, es lo que nos hace colombianos, como la colombianada que hizo Lucho en la Vuelta de llegar a como de lugar, como lo hacen millones de colombianos que trabajan desde madrugada y nunca faltan así llueva o relampagueé.
O la que hizo Egan Bernal de no saber cuándo rendirse, de caerse, levantarse, volverse a caer, ganar el Tour, luego caerse y volver a levantarse.
Esa clásica colombianada de intentar, intentar, e intentar hasta seguir intentándolo y cuando nadie espera nada más… Ganarç
¡Eso es una colombianada!
Es hora de llamar colombianada a lo que de verdad tiene nuestro sello.
A lo rico de la cocina de las abuelas calentada con arroz al día siguiente, a echarle queso al chocolate, a viajar en carretera para comer cuajada con melao, a saber mucho de café pero tomarlo con panela, a decir “me regala” pero igual lo pagamos.
A esa colombianada a lo García Márquez, de quedarse a escuchar historias para contarlas como si fueran reales, pero eran mágicas, ¿o eran reales?
Esa colombianada de saber hacer las cosas al revés y que salgan mejor, como lo hicieron nuestros Fernandos, que le llevaron la contraria a todos. Fernando Gaitán, que puso a una fea de protagonista en las novelas de los lindos para conquistar al mundo; y Fernando Botero, que llenó de gordos los museos del planeta hasta convertirse en el artista vivo más cotizado del momento.
Colombianada no es vivir en la luna, es aterrizar en Marte,
como lo logró Diana Trujillo, o en Júpiter, como Adriana Ocampo,
o en Saturno, como lo hará uno niña del Chocó que está trabajando con Chevrolet para salvar a la gente de nuestros ríos.
Colombianada es lograr que millones en todo el mundo, sin saber ni papa de español, estén contándonos que algo les sabe a fruta fresca, que mal parece que solos se quedaron, que borraron cassette, que se fueron corriendo y no volvieron más, que no le peguen a la negra.
Colombianada es poner “un letrero bien grande de nubes blancas que diga Adaluz”, es cantar salsa en francés, es bailar el fútbol, es hacer que miles canten que “Esto es pa’ que quede, lo que yo hago dura” mientras intentan llegar hasta abajo en Lollapalooza.
Colombianada es comer hormigas culonas en uno de los cien mejores restaurantes del mundo.
Es conquistar Hollywood sin perder el acento costeño, o rolo, o paisa, o brasilero con paisa.
Es tomarse internet enseñando matemáticas, o siendo youtuber después de los cuarenta, o cambiando el presente de muchos con un app.
Una colombianada es cocinar un pez venenoso para salvar el Caribe; es vender chontaduro en Asia; es pasar donaciones como contrabando por una frontera que nos cerraron, con el único fin de salvar vidas.
Una colombianada es descubrir la vacuna para la malaria y regalar la fórmula, esto para que nadie se quedara sin ella.
¡Qué colombianada tan bárbara!.
Tan colombianada como amurallar una ciudad para abrírsela al mundo.
Es que tenemos muchas colombianadas para celebrar, como cuando ganamos en Wimbledon, cuando llenamos estadios que gritan ¡James! ¡James ¡James! o ¡Shakira! ¡Shakira! ¡Shakira! o ¡Ibargüen! ¡Ibargüen! o ¡Pajón ¡Pajón!, o ¡Santiago Cañón Valencia! o ¡Fernando Montaño! o ¡Toto! o ¡Silvestre! o ¡Petrona! o ¡Falcao! o ¡Cuadrado! o ¡Quintero! o ¡Urshela! o como muchos que nos hacen sentir orgullosos de hacer colombianadas.
Colombianada es abrir las fronteras a nuestros vecinos, cuando lo normal en este mundo es cerrarlas; es luchar más que nadie por la paz, es pelear por hacer valer lo que significa ser colombiano, en especial, cuando alguien use mal esta palabra.
¡Lo harán!
Pero no, preferimos pensar a futuro sin olvidar el pasado, preferimos decir “una colombianada es una chimba”, preferimos compartir esta vaina hasta que la RAE la incluya en su diccionario.
Eso sí sería una colombianada.
Por Julián Guarín Barkach
